miércoles, 7 de marzo de 2007

Germán y yo en Manchester

Sábado por la mañana, el sol luce en Manchester. Germán y yo nos desplazamos al centro con la ayuda de unas pocas explicaciones del recepcionista del hotel.
Paseamos por el barrio chino donde desayunamos un trozo de pastel y donde me pedí un té rojo, uno de los pocos que me gustan. Después decidimos coger el tranvia para ir a Old Trafford y ver el estadio del Manchester F.C.
Antes de llegar encontramos la fábrica de esos cereales que me acompañan cada mañana, Kellogs, no pude evitar hacerme una foto frente a ella como tampoco ante la fachada del teatro de los sueños. Aquella mañana hubo partido y no de fútbol, posiblemente fuera rugby u otro deporte que se celebraba en el mismo recinto contra un equipo de la ciudad de Hull.
Volvimos de nuevo al centro de la ciudad. Entre lo más destacado que vimos fue a unos niños bañándose en la fuente de Picadilly. En la plaza frente al town hall unos imitadores de Il Divo amenizaban a la gente. Cercana a ellos una chica promocionaba una marca de quesos y nos dio a probar uno holandés que sabía bastante raro y no tardé en escupir.
En una calle cercana dos señoras que hablaban español se nos presentaron y nos dieron un poco de conversación, el objetivo fue darnos unas publicaciones de Testigos de Jehová, ¡qué rolleras fueron!.
Pasamos por la biblioteca central, el edificio más característico de la ciudad. Comimos en el Pizza Hut donde una china con sonrisa dibujada nos sirvió amablemente y tomamos un sucedáneo del frapuccino del Starbucks en el Caffè Nero.
No me gustaría vivir a esa ciudad, estéticamente no es de las mejores que haya visto. Es más concéntrica que Leeds y puede ofrecer más facilidades en materia de transporte pero no me convenció.
La última noche la pasamos en Leeds y Germán marchó el domingo por la mañana, de algún modo era vuelta a una rutina con los tepindros, sin embargo deseada hasta entonces.

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